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viernes, 23 de julio de 2010

La vida se abre camino, o del crecimiento natural acompasado...

Son amigas desde hace años. Un día como otro cualquiera, quedaron para verse en una cafetería, a pesar de que ninguna de ellas toma café. Supongo que quedar en estos sitios es simplemente una excusa para una charla entretenida y unas cuantas horas de novedades, independientemente de lo que decidas tomar. Dos "poleos" más tarde, y casi sin poder aguantar más con el secreto, ella contó la gran noticia: "voy a ser mamá". Besos, abrazos y varios lagrimones después, comenzaron a imaginar sus vidas: cambios y más cambios. Etapas que terminan y otras nuevas, apasionantes, que empiezan.
Después de aquello las visitas se hicieron aún más habituales, por aquello de "comprobar" la evolución del crecimiento abdominal (jaja) que por el momento era lento, muy lento. Sería quizá la inquietud de ver los resultados lo que hacía que pareciera que todo fuera como siempre, pero sin serlo. Los efectos secundarios, en todo su amplio abanico, exceptuando los antojos (siempre he pensado que se trata de una invención). Quizá el más habitual, la somnolencia. Pero todo superable y superado.
De esto hace ya veintiseis semanas (porque desde entonces el tiempo ya no se mide en meses). Quedaron de nuevo en la misma cafetería. Esta vez tomaron zumo natural. Hacía algo más de 8 semanas que no se veían, pero nada había cambiado. Nada, salvo el abdomen de la futura mamá. Y allí estaba ella, con su mirada de siempre, pero más calmada. Sin maquillaje, transparente. Siempre he oído que "las embarazadas" tienen un algo distinto y, la verdad, nunca me había parado a pensar en ello, quizá porque nunca lo he percibido. Pero ella tenía una luz especial; transmitía una paz que impregnaba cada espacio y su magnetismo atraía todas las miradas.
Después de varios vasos de agua fría (sin hielo) y algún que otro "cierre la puerta, por favor", se sentía algo mareada. Recostada en el sillón, puso los pies en alto, mientras su amiga, algo asustada, improvisó un abanico de papel que era más una buena intención que un instrumento efectivo. Pasados unos minutos, su semblante mejoró recobrando el colorete en las mejillas. De repente, dió una gran carcajada y acercó su mano a la de su amiga, colocándola con suavidad sobre la tripa. Y allí estaba. Al principio leves burbujas y después un suave coscorrón, seguido de otros más escuetos. Ambas se miraron y sonrieron. Las futuras mamás se acostumbran a esas cosas, pero para su amiga era distinto. Su cara reflejaba la ilusión y el entusiasmo de todas las primeras veces. Nunca antes había tenido oportunidad de percibir esa sensación y le sudaban las manos a causa de los nervios. Temblorosa y emocionada, miraba a su amiga con admiración, suponiéndola parte necesaria para obrar el milagro. También con agradecimiento, por compartir con ella momentos tan únicos. Tras eso, ella le preguntó: "¿Tienes miedo?" Y la respuesta provocó que se cogieran de la mano y apretaran fuerte.
Aún no tiene nombre, aunque parece que sus papás están más cerca de ponerse de acuerdo, sin embargo, ya forma parte de nuestras vidas.

domingo, 21 de marzo de 2010

La interrupción voluntaria del embarazo, o las elecciones que marcan para toda la vida... Segunda parte.

Resulta que es imprescindible conocer los condicionantes que empujan a las personas a tomar algunas decisiones difíciles. Don Rafael nos dijo siempre que a veces hay aspectos externos que influyen a la hora de realizar una elección, y que muchas veces, el individuo no se siente con libertad para afrontar su decisión.
Ponía el caso de una adolescente, que habia sido víctima de una violación y de cómo la ley le daba opción a poner fin a ese embarazo. ¿Qué os parece? ¿Estaría mal llevarlo a cabo?
Este tipo de situaciones específicas hacen pensar que quizá lo que no estuvo bien desde el inicio, no debe continuar adelante. Pero, ¿quien ha de juzgar eso y bajo qué criterios? Me explico, en los casos que se han contemplado desde hace años como "despenalizados", esos cuatro supuestos, creo que no hay duda alguna de que si en algún momento ocurren, una de las opciones sea la interrupción voluntaria. Creo que en lo que a esto se refiere no hay, o eso pienso yo, discrepancia alguna.
Pero, que ocurre con esos casos cada vez más habituales, descuidos e irresponsabilidades, que traen consigo un embarazo no deseado, ¿ha de plantearse la interrupción como una opción?
Hace algunas semanas terminé de leer un libro titulado "Cartas a un niño que nunca nació", escrito por una periodista italiana. Narra la vida de la protagonista, que embarazada, está dispuesta a llevarlo a buen término, a pesar de la incomprensión de su entorno. Finalmente, pierde el bebé que esperaba, por causas naturales, y el libro se centra en sus sentimientos ante esa pérdida y como va reordenando sus ideas para poder superarlo, junto a diálogos dirigidos a esa vida que ya no está. Estremecedor. Era invierno todavía cuando mi mejor amiga me comunicó que estaba esperando un bebé. Pasó de la sorpresa a la emoción, ternura y esperanza en cuestión de un par de días. Miedo, claro. A lo desconocido es normal tenerle miedo. Aproximadamente a las dos semanas tuvo un aborto espontáneo. Su cuerpo no estaba preparado para tantos sentimientos.
He leido la ley, detenidamente. Para ver qué cambios incorporaba, aparte del evidente. Y no soy capaz de posicionarme. Entiendo que hay ocasiones en las que es muy duro tener que enfrentarse a determinadas consecuencias. Pero sé también que cuando uno corre riesgos ha de afrontar que las cosas salen a veces como uno no espera. También soy de las que piensan que una verdadera política familiar ofrece oportunidades (ayudas en el nacimiento, fomento del empleo para madres jóvenes, escuelas de padres, plazas de guardería), pero claro. Todo esto supone un coste elevado. Es más barato tomar otro tipo de medidas. Me viene además a la cabeza ahora la estadística, que sigue señalando que somos el país con la tasa de natalidad más baja de toda Europa. ¿Por qué no podemos ser como los suecos?
Sobre todo intento ponerme en su lugar. Comprender las motivaciones para entender una y otra decisión. Y no me siento capaz de juzgar a nadie. Sé lo que yo haría, o creo saberlo. Pero también es fácil no habiendo estado nunca en esa situación.
Por cierto, mi mejor amiga esta de nuevo embarazada. Está radiante, con una luz especial en la mirada. Afronta el futuro con esperanza y se prepara para su nueva vida. Una nueva etapa que empieza...